El empleo de la escritura como instrumento para el conocimiento de las personas no es nada nuevo. En la obra Prosper Aldorisius de J.M. Gª. Toledo (2018) se nos cuenta cómo ya en 1611 este personaje era capaz de saber, viendo la escritura de alguien, la constitución de su cuerpo, cartílagos, músculos, venas y arterias; y describe su fisonomía, tez, color del pelo, tamaño de orejas y nariz y un largo etcétera.No sabemos cómo lo hacía, pero a finales del siglo XIX hubo algún hospital en Francia en donde se aplicaban técnicas de corrección de escrituras en los pacientes. Consistían en cambiar algunos trazos y rasgos de las mismas con ejercicios adecuados, con lo que se comprobaba una mejoría en algunos aspectos psicológicos, al principio, como mejores ánimos, al tiempo que algunas de sus dolencias también mejoraban.Como tantas otras técnicas, ésta fue decayendo a causa del desarrollo de los medicamentos químicos modernos.La que traemos aquí es un resumen escueto y actualizado, por muchos años de prácticas y comprobaciones, trazo a trazo, de aquellos balbuceos grafoterapéuticos, y que puede ser extraordinariamente útil en la prevención, equilibrio y mejora de niños y mayores, sin más esfuerzo que el de aprender a escribir.No se puede esperar lo mismo de alguien que escriba así que de alguien que escriba asíSon muy diferentes. Sus preocupaciones y problemas también.Sin embargo ambos tendrían remedio.